Para la exposición en ESPAIS, Centre d'Art Contemporani 03-12-1992 a 10-01-1993


Michéle Dalmace-Rognon


FRANCISCA MOMPÓ O UNA UNIDAD GENERADA POR UNA DUALIDAD CONSTANTE

Cuando hice el texto para la exposición de Fran¬cisca Mompó en la Galería Fandos de Valencia, me interesó analizar su obra en función de su sen¬sibilidad histórica, y poner en paralelo su labor y algunas de sus fuentes quizás demasiado concretas.

Con esta exposición, que recoge un periodo más largo, se ha averiguado —y quisiera subrayarlo— la coherencia entre estas fuentes y la bipolaridad en la que se apoya su búsqueda.

Hoy día, para entender cualquier movimiento artístico, resulta pertinente evidenciar la ruptura que se ha producido con movimientos inmedia¬tamente anteriores o el prolongamiento en pun¬tos suspensivos con otros más remotos. Un ejemplo significativo de tal andadura es la mues¬tra de Wilfredo Lam en el Museo Centro de Arte Reina Sofía, en la cual se pueden seguir paso a paso sus parentescos, la sensibilidad intelectual y artística, de cierta época, y averiguar el lento proceso de integración, decantación, y gestación en obra específica.

. Fascinación por la pintura, las soluciones que aportó a la historia del arte, y el punto de ruptura en el interior de su propia obra que va transgre¬diendo, son los atributos del trabajo de Francisca Mompó que se va afirmando con soltura.

Esta pintora valenciana no sólo sabe teorizar sobre las imágenes, sino que las ha asimilado, gota a gota, casi físicamente, como lo indican sus refe¬rencias tanto al barroco como a los procedimien¬tos textuales y matéricos; dos referencias que no corresponden verdaderamente a un «estilo» fijado en un período histórico determinado y acabado, sino más bien a constantes que asoman a lo largo de la historia del arte. Por lo tanto, si cada con¬junto de protuberancias remite visualmente al ba¬rroco, su andadura se apoya en las características de este movimiento, esencialmente en sus impul¬sos contradictorios.

Así cohabitan gravitaciones densas en torno a con¬creciones, sea coaguladas sea cristalizadas, y huidas sutiles y fluidas; ritmos descendentes causados por colgaduras y elementos en el proceso de caída se oponen a ritmos más internos, por trans¬parencias que contrarrestan la mirada y la diri¬gen hacia otras partes diagonales o superiores del cuadro; paralelamente se produce un alejamiento que funciona con los ritmos hacia abajo, y un acercamiento a un microcosmos, a veces borroso, a veces preciso, pero siempre frágil e intáctil.

Se podrían multiplicar dichas intenciones con¬tradictorias, incluso fuera del cuadro, en su relación con otro, en el vaivén entre las extremidades de las tonalidades del blanco con su carácter precario y transitorio, y del negro que simboliza el vacío y la inconsciencia; los dos contracolores más opuestos que poseen el mismo valor absoluto.
Y allí trasluce la sensibilidad contemporánea, desde el expresionismo abstracto americano de los años cincuenta al informalismo europeo y, más específicamente, español.

La violentación de la materia obedece a leyes de búsqueda y espontaneidad simultánea. Búsqueda mediante un minucioso proceso de acumulación de materiales clásicos: soporte de tela o/y madera, uso de la acuarela, del óleo y del grafito: materiales más primarios como el saco, la arpillera, el caucho, la escayola, y otros más exigentes en el tiempo de acción como resinas, emulsiones asfálticas o la encáustica, que necesitan una lucha desgarrada, pero instantánea, en la resolución plástica; y por consiguiente un dominio técnico y una visión anticipada de los efectos potenciales.

Esta capacidad temeraria y pertinente provoca resultados sorprendentes en superficies en las que se desarrollan lides corpóreas, sublevamientos, contusiones y convulsiones con exudaciones entramadas y fugaces. En medio de este caos aparente, se abren otros caminos que guían hacia un trasfondo subterráneo rico en emanaciones poéticas. La opacidades dejan que asomen la memoria hábil, otros mundos recónditos cons¬truidos por hilos ambiguos, cosidos o virtuales, huellas vegetales refinadas, que aluden a lo efímero. Leves entonaciones rompen silencios, sea al evocar llantos de rasgones, sea al interferirse en armonías, sin que apunte ninguna periodicidad.

El espacio propio de Mompó no nace de un trabajo de apariencia o de superficie, sino que surge de conexiones íntimas, siempre contradictorias, entre la violencia, la angustia y la poética de micromundos misteriosos; entre la elaboración más minuciosa y la espontaneidad; entre gritos y silencios armónicos, entre la «mise à nu» de lo más recóndito y su ocultación; entre consistencia y efluvios.

También el tiempo reposa en la dualidad de la duración conseguida a través de las acumulaciones, los derrames, los colores empleados y sus posteriores alteraciones, y de lo efímero que provocan las huellas, el tratamiento instantáneo y las inclusiones precarias y frágiles.

Interpela la autenticidad de la obra de Francisca Mompó, por desembocar en una coherencia de conceptos y de actos y llegar a una unidad a partir de unos esquemas aparentemente discontinuos y de una dualidad constante de intenciones.