Exposición en Manuel Baeza- Alicante Septiembre-Octubre 1995


Felisa Martínez Andrés


FRANCISCA MOMPÓ: EL PODER DE LA MATERIA

La Sala Municipal de Exposiciones de Alicante, nos ofrece en esta ocasión la obra de la artista valencia¬na Francisca Mompó, artista cuya obra creo sinceramente que requiere y merece especial atención.

El compromiso de Francisca Mompó con el arte es totalmente personal, por encima de lo convencional. Para ella la obra de arte no significa nada y simplemente es. Intenta ser parte de la historia y semilla para el futuro. Con este claro objetivo y el tesón que la caracteriza, recorre el difícil camino del arte.
Una sucesión continuada de exposiciones ha ido forjando, desde la que fuera su primera exposición colectiva en 1980 hasta la actualidad, un estilo propio. Interesa la personalidad de esta artista como continua¬dora del informalismo matérico español de la década de los cincuenta y sesenta. Cuando el informalismo había caído en desgracia hacía ya tiempo, y las investigaciones en este sentido estaban olvidadas por gran parte de los artistas, Francisca Mompó apostó valientemente por un estilo que parecía agotado. Pero es precisamente la investigación sobre viejos medios técnicos y criterios estéticos la principal intencionalidad y consecuencia de su progreso. Como ella misma expresó en 1992 con motivo de su exposición en Espais Cen¬tre d'Art Contemporani: "No quiero inventar, quiero hacer una investigación que dure en el tiempo". Como otros pintores de la década de los ochenta además de buscar modelos inspirados en el exterior con los que investigar, siente el peso nostálgico del barroco español, del mismo modo que Barceló lo sufrió en sus bode¬gones o Valdés y Soledad Sevilla lo hicieran con las Meninas.

Con una clara inclinación a la expresividad matérica, invita al espectador a la sencilla, pero no por ello vacía, apreciación epidérmica. Redescubre la cera y los alquitranes. Los cuadros de Francisca Mompó, como expresa Michele Dalmace-Rognon, "manifiestan una bipolaridad del tiempo y del espacio. La obra de Fran¬cisca Mompó plantea el problema del arte de hoy, no sólo mediante la memoria cultural del análisis de una tradición capaz de renovarse. Está elaborada sobre dualidades vaivenes poéticos de la acción constructiva al caos, de la violencia al misterio, desafiando la inercia y la banalización".

Sus pinturas negras exortizan, guarda encerrada entre las masas asfálticas, en cuadros como "Ferragano", el anonimato de sus secretos más íntimos. Materiales envolventes sugerentes, misteriosos, lienzos rotun¬dos, con una fuerza que evoca el desgarrado tenebrismo y expresionismo español.

En estos cuadros donde gotea el espeso color, el brillo aterciopelado de la materia, hay una fuerza emo¬cional mucho mayor, que se ha trasformado en emblema y en símbolo del estilo de Francisca Mompó.

Estos cuadros matéricos blancos y negros poseen el sello de la materia que Francisca Mompó ha desa-rrollado desde la que fuera una de sus mejores exposiciones, celebrada en la desgraciadamente desaparecida galería de arte Fandos. Francisca Mompó ha demostrado desde sus orígenes el fervor que siente por la so-briedad, por la pintura sin adornos y por la materia expresiva profundamente trágica. Es una pintura difícil en la que sólo se puede entrar a través de una meditada y lenta contemplación estética.

La figuración en la obra de esta artista se limita a la simple y espontánea presencia de herméticas huellas que, silenciosamente manchan por la superficie de algunos de sus lienzos, que rompen la fría estática de sus composiciones más geométricas, amplias a su vez cromáticamente. El gesto pictórico, la composición, ha acabado por ser algo comúnmente reconocible y por tanto constituye tarjeta de visita de la artista.

Cuando una artista trabaja durante años en una misma idea, parece como si se parara el tiempo, pero es algo que no ocurre con esta artista, quien investiga y continúa trabajando a pesar de haber conseguido precisamente con su serie blanca y negra un estilo que la identifica. El trabajo con técnicas antiguas, tales como la encáustica —un procedimiento que tuvo su origen en la antigua Grecia y que había caído en desuso en el Renacimiento, hasta que algunos artistas americanos de este siglo la redescubrieron— ha llevado a la artista a un reencuentro con el espíritu de las culturas primitivas, culminando en los últimos tiempos con la creación de escudos de inspiración africana y de lienzos cargados de primitivismo.

Como L. Freud decía: "¿Qué es lo que yo le pido a una pintura? Le pido que asombre, perturbe, seduzca y convenza".

(Lucían Freud (1987) con motivo de la exposición "The Artist's Eye" en la National Gallery de Londres).